El perfil del Richard Ramírez fue definido por muchos psicólogos como un asesino en serie fuera de lo común, un perfil demasiado inquietante como para clasificarse a la ligera.
El “merodeador nocturno” aterró la ciudad de Los Angeles entre los años 1984 y 1985, asesinando un total de 14 personas.
Finalmente fue detenido y condenado a muerte. Una historia espeluznante, un asesino fuera de control. Su vida delictiva comenzó cuando tenía tan solo nueve años. Como la gran mayoría de los asesinos en serie, fue un adolescente muy problemático, empezó a robar y posteriormente a consumir drogas.
De Texas, su tierra natal, se fue a Los Angeles, en donde empezaría su etapa de criminal.
Tanto los médicos como los agentes del FBI encargados de perseguir y estudiar su persona, coincidieron al afirmar que una de las cosas que lo hace diferente de los demás asesinos, es que los crímenes de Richard Ramírez no siguen ninguna pauta concreta.
El no seleccionaba a sus víctimas, no le importaban ni el sexo ni la edad de éstas. Mató indistintamente a hombres y mujeres de edades comprendidas entre los dieciséis y los ochenta y cuatro años en tan sólo unos pocos meses. Su forma de asesinar tampoco fue común, ni siguió patrón alguno. Unas veces disparaba sobre sus víctimas, otras las apuñalaba, y en algún caso llegó a golpearlas con un bate de béisbol hasta causarles la muerte.
Por otro lado, su manera de actuar reflejaba un cierto desorden mental. Se podía comportar tanto como un asesino organizado, planeando el crimen de forma consciente y sin dejar ningún indicio que pudiese identificarle, como lo hacía de forma desorganizada: sin motivos, inconscientemente, guiándose por sus impulsos y creyéndose protegido por su dios, Satán.
Entonces, no le importaba dejar el arma en el lugar del crimen o detenerse después de haber cometido el asesinato para pintar símbolos satánicos en las paredes. En algunas ocasiones robaba algo de dinero en la casa de la víctima o bien se quedaba tranquilamente a comer lo que ésta guardaba en su refrigerador. Según las propias declaraciones de Ramírez, su juego favorito al salir de “caza”, era buscar a la presa.
Lo hacía paseándose entre las casas del vecindario, escuchando en un walkman música de AC/DC. Una vez que elegía a la futura víctima, entraba en la casa tranquilamente y con una frialdad inhumana procedía a violar, golpear y matar.
Sus crímenes no siguieron ningún móvil aparente. Fueron totalmente imprevisibles, puesto que el asesino no seguía ni el mismo ritmo ni el mismo patrón en su manera de actuar.Un hecho destacable fue que, al principio, Ramírez solía golpear y violar a sus víctimas, dejando incluso a veces que se fuesen con vida.Pero a medida que pasaba el tiempo, se fue haciendo más y más cruel, hasta el punto que incluso remataba sus crímenes mutilando los cuerpos; como en una ocasión, que no estando satisfecho de haber violado una joven, le sacó los ojos con una cuchara antes de apuñalarla y los envió al lugar del crimen el día siguiente.
Cuando comenta la anécdota en el juicio, declara sin dejar de sonreír: “Sí, ella aún estaba viva mientras se los arrancaba…”. Aunque siempre confió en que el poder de Satán lo protegía y que nada podría detenerlo jamás, lo cierto es que en agosto de 1985 fue detenido por la Policía de Los Angeles.El hecho de que Ramírez no siempre terminara con las vidas de sus víctimas, hizo posible que algunas de ellas fuesen capaces de describir al asesino.
Inmediatamente las fuerzas de seguridad de todo el país se encargaron de publicar un retrato hablado en todos los medios de comunicación, hasta que el 25 de agosto, mientras caminaba por la calle, una mujer lo reconoció y dio la alarma gritando: “Este es el asesino”.
Ramírez intentó entonces de huir, perseguido por la gente que furiosamente clamaba: “¡Mátenlo!”, pero fue finalmente capturado mientras intentaba robar un vehículo.
Por suerte para Ramírez, una patrulla de la policía intervino antes de que fuera linchado por la multitud.
Su juicio se llevó a cabo el 4 de octubre de 1989, y en el, el asesino se mostró más provocador que nunca, apareciendo con un pentagrama tatuado en la palma de la mano y haciendo declaraciones como las siguientes:
“…Yo no creo ni en la hipocresía ni en los dogmas morales de la llamada sociedad civilizada.Sólo me basta con mirar dentro de esta habitación para conocerlos tal y como son:
mentirosos, cobardes, asesinos, ladrones… y cada uno con su propia profesión legal.
Son unos gusanos hipócritas, me ponen enfermo…”
“…No necesito oír todas los raciocinios de su sociedad. Ya los he oído antes y los argumentos siempre son los mismos…”
“… No me entienden. Tal y como suponía, no son capaces de hacerlo. Yo estoy más allá de vuestra experiencia. Estoy más allá del bien y del mal…”
Finalmente fue acusado de catorce asesinatos, cinco intentos de asesinato, nueve violaciones (entre ellas tres a menores), dos secuestros, cuatro actos de sodomía, dos felaciones forzadas, cinco robos y catorce allanamientos de morada.
En 1989 fue condenado a pena de muerte en la cámara de gas.
Desde su celda, esperó el día de su ejecución sin perder la fe en el poder de Satanás:
“… ¡Legiones de la noche!, ¡razas de la noche!, no repitan los errores del Night Stalker
y no concedan clemencia alguna…
Yo seré vengado. Lucifer está con nosotros…”.
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